Una amiga me invitó a un recital que unos conocidos suyos daban en un gimnasio. Llegué con mi familia, y nos ubicamos en unas sillas todos juntos, bien cerquita al escenario montado. De un lado tenía a mi hermana, del otro, a un completo desconocido. Lo miré inconscientemente, me sonrió.
El recital duró poco, cantaron sólo unas pocas canciones. Cada vez que miraba a mi izquierda, ahí estaba él, mirándome, sonriéndome.
Cuando el recital terminó, nos levantamos y nos fuimos.
A la semana siguiente, mi amiga nos invitó una vez más. Ésta vez cantaba un amigo suyo. Si en algún momento me mencionó su nombre, no lo recuerdo.
Llegamos una vez más aquel día, nos sentamos en lugares parecidos a la última vez. Al lado, allí estaba él otra vez. Pero no se quedaba quieto. Antes de empezar, se sentaba, se paraba, iba hasta el escenario, tocaba unas cosas, movía otras de lugar, volvía a sentarse. Cuando las luces se apagaron, él no estaba en su asiento. Pues estaba en el medio del escenario cantando.
No sabría decir nada de lo que cantó. En serio. Sólo sé que cuando pasaba a mí lado, lo miraba y a veces, simulando ser accidentalmente, acariciaba su pierna. Sí, muy estúpida.
Cuando el recital terminó, todos se levantaron rápido y salieron, pues afuera había un barcito. Sin darme cuenta, mi vieja y yo tardamos más en salir. De hecho, estaban acomodando las sillas, y unas mesitas y nosotras éramos las únicas. Apoyada yo sobre una de las mesas que estaban contra la pared, él se acercó rápido y me dijo: "Si estábamos solos, te cogía acá".
No sabía cómo reaccionar. Le sonreí. Mi vieja y yo salimos.
En la vereda, me quedó sola esperando a quienes habían ido a buscar el auto. Un rato después apareció mi viejo solo. Mi mamá estaba dentro de la casa de al lado con mi amiga. Entro y allí estaba él. Pues había empezado a cocinar.
-¿Viste? Hay un casting -comentó mi vieja sobre lo que estaban hablando-. ¿No querés ir? -me preguntó.
-¿Para qué? No soy cantante, modelo, actriz, no sé hacer nada -le respondí mirándolo a él.
-Es para un programa nuevo -me explicó mi vieja-. Se llama "Me quiero casar contigo". Igual, no puedes ir, tienes novio.
Creo que de eso hasta yo me había olvidado. Lo miré a él y él no me miró, estaba concentrado revolviendo la olla.
-Bueno, muy lindo todo, pero nos tenemos que ir -dijo mi vieja.
-No, no se van a ir ahora -dijo él-. Di por sentado que se quedaban y estoy haciendo mucha comida. Somos pocos y si no, va a sobrar mucho.
-Pero tenemos que ir a casa -insistió ella-. Vivimos en Ciudad Evita.
-¿En serio? Yo tengo que ir para allá, mi novia vive por ahí cerca, los llevo -comentó él.
-Tu padre se tiene que ir -me dijo ella-. Está bien, deja que voy a avisarles a todos.
Mi amiga fue con ella y nos quedamos solos.
-¿Siempre haces esto? -me preguntó.
-¿Qué cosa?
-No te hagas la tonta. ¿Tu novio sabe?
-No he hecho nada. ¿Tu novia sabe que me querías coger en la mesa? ¿En serio tienes novia o lo dijiste por lo que dijo mi vieja?
-Sí, vive en Aldo Bonzi.
-Está bien -dije sin saber qué hacer o decir, toda nerviosa.
-Es mentira lo que te dije. No te hubiese cogido ahí. Te hubiese besado, acariciado y quizás hasta hecho el amor.
Ok, imagínense cómo desperté.
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